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Sermón para la festividad de la Octava del Corpus

  • archivocorpuschristi
  • 25 jun
  • 6 Min. de lectura

Jueves 26 de junio de 2025


En la Iglesia celebramos con toda solemnidad la fiesta del cuerpo y la sangre de Cristo, la fiesta del Corpus Christi, que es la fiesta de "acción de gracias" a Dios por la presencia real de su Hijo, y Señor Nuestro Jesucristo, en el pan y vino consagrados; una acción de gracias que adquiere la forma de adoración y alabanza y que nos invita a vivir litúrgicamente, ya ahora, como asamblea santa, lo que estamos destinados a ser en el cielo. Y muy especialmente nosotros, en este Real Colegio-Seminario de Corpus Christi, por expresa voluntad de su fundador san Juan de Ribera manifestamos nuestro agradecimiento adorando con nuestro cuerpo y con nuestro espíritu, en la ofrenda de los ramos de espigas y en el canto de los alabados al final de la misa, a Aquel que, como un gesto de amor divino, ha querido  quedarse con nosotros para convertirse en nuestro  alimento de vida eterna y en el amigo inseparable en nuestra peregrinación terrena.

Pero la belleza y el esplendor con que celebramos esta fiesta no debe distraernos de lo que ella es esencial; todo lo contrario: el culto externo ha de ser para nosotros el camino y la puerta que nos introduzcan en este gran misterio del amor de Dios y al mismo tiempo, manifestación gozosa de nuestra disposición interior.

Adoración de los ángeles a la Eucaristía. Jerónimo Jacinto Espinosa. Museo del Patriarca (Valencia)
Adoración de los ángeles a la Eucaristía. Jerónimo Jacinto Espinosa. Museo del Patriarca (Valencia)

II

Para que esto sea así es bueno que recordemos brevemente lo que el Concilio Vaticano I nos enseñó sobre la Eucaristía y sobre su trascendencia para la vida de la Iglesia y la vida cristiana de cada uno de nosotros.

El Concilio no se cansó en afirmar que la Eucaristía ha de ser el centro de la vida cristiana y de la vida de la Iglesia, pues todo está ordenado a ella y de ella nace. Así se expresa: 

"Los demás sacramentos, al igual que todos los ministerios eclesiásticos y las obras de apostolado están unidos a la Eucaristía, y a ella se ordenan.”

Y esto es así, sigue diciendo el Concilio, porque "en la sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo que, por su carne vivificada por el Espíritu Santo, da vida a los hombres que de esta forma son invitados y estimulados a ofrecerse a sí mismos, sus trabajos y todas las cosas creadas juntamente con él." 

Y como la Eucaristía es Cristo mismo en plenitud de amor hacia nosotros, puede concluir el  Concilio diciendo que   "La Eucaristía es la fuente y la cima de toda evangelización" 

2.1. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, Cristo mismo en persona.  La Eucaristía es Cristo muerto y resucitado, el pan vivo bajado del cielo que se nos da como alimento para nuestro caminar por esta vida y poder llegar a la vida eterna; la Eucaristía es Cristo quo, al alimentarnos con su cuerpo y su sangre, nos une a él como los sarmientos están unidos a la vid, y nos comunica su fuerza y energía para producir frutos de amor y misericordia. 

2.2. Si esto es así, es obvio que la Eucaristía va más allá de la liturgia y tiene para nosotros, cristianos e Iglesia, implicaciones esenciales, como el mismo texto del Concilio señala:  a) la primera implicación la expresaba así el Concilio: 

"Al participar de la Eucaristía somos invitados y estimulados a ofrecernos a nosotros mismos, nuestro trabajo, y al mundo entero junto con Cristo".

Es decir, somos invitados e impulsados a hacer de nuestra vida cotidiana, con sus trabajos, quehaceres con sus obligaciones responsabilidades, una Eucaristía, una entrega obediente a Dios en favor de nuestros hermanos y del mundo. De la misma manera que el sacramento eucarístico actualiza, como memorial de la muerte y resurrección, la entrega del señor Jesús al Padre y su amor radical hacia los hombres, así también nosotros, participando de la Eucaristía, estamos llamados a vivir en el mundo en obediencia a la Palabra de Dios y en entrega a los demás. Y "ofrecernos a nosotros mismos” no es otra cosa que amar a Dios y amar a nuestros hermanos como Dios nos ama en Cristo. Como dice san Pablo, "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado, "y ese amor de Dios que había en nosotros es el que hace que, superando nuestros egoísmos intereses, podamos amar a nuestros hermanos como somos amados por Dios. 

Todo lo que somos y todo lo que hagamos ha de estar penetrado y fecundado por este amor. La verdad de nuestra devoción culto eucarísticos depende, pues, de que nos esforcemos en hacer de nuestra vida cotidiana una entrega amorosa a Dios y a nuestros hermanos; es decir, de que hagamos de nuestra vida una eucaristía. El concilio nos exhorta a que así lo hagamos. 

b) y la segunda implicación es la siguiente: 

"La Eucaristía es la fuente y la cima de toda evangelización". 

No puede ser de otra manera Participar de Cristo, estar lleno de él tener sus mismos sentimientos y actitudes, nos empuja a comunicar a Cristo, a darlo a conocer a todos aquellos que no lo conocen o que, conociéndolo, por las razones que sean, lo han abandonado y llevan una vida al margen de él como sucede cada vez más en las sociedades occidentales de vieja cristiandad, en las que se está dando lo que se puede llamar una “apostasía silenciosa”. Evangelizar es anunciar a Cristo como camino de plenitud humana y verdad del hombre, y como salvación de Dios para toda la humanidad.  Evangelizar es la permanente tarea de la Iglesia, de todos nosotros como Iglesia. Participar de la Eucaristía, adorar y contemplar su presencia real en el pan y el vino consagrados, debe impulsarnos a participar ese amor a todos los seres humanos para que puedan reconocer a Cristo como su Dios y Señor y entrar a formar parte de esa gran familia que es la Iglesia. El mejor servicio que como Iglesia y como cristianos podemos hacer a la humanidad es darle a conocer a Cristo para que pueda descubrir el sentido profundo de la vida personal y de la historia. 

III

El evangelio que hemos proclamado nos ha narrado el signo de la multiplicación de los panes y los peces, que es una clara referencia a Cristo y la Eucaristía. Cristo es ese "pan que se trocea y reparte" para saciar el hambre de plenitud y salvación del ser humano. Cristo es, pues, el verdadero alimento del hombre; y Cristo dice a sus apóstoles: "Dadles vosotros de comer", que es como decir: dadles el alimento de vida eterna que soy yo. Evangelizad. 

Sabemos que esta tarea que nos encomienda el Señor es en nuestra sociedad actual más complicada de lo que parece; nos sentimos bastante impotentes para ella y nos preocupa profundamente la poca relevancia de Jesús y el Evangelio entre las nuevas generaciones; a veces incluso llegamos a pensar que el Señor nos encarga una tarea casi imposible y condenada al fracaso. Pero no es así. En el evangelio que hemos proclamado, cuando el Señor les dice a los discípulos "dadle vosotros de comer a toda esta multitud que me   rodea", ellos, muy sensatamente, le replican "Señor, estamos en descampado, no podemos hacerlo; que cada   cual se las arregle".

Y reaccionan así porque son conscientes de la inmensa desproporción que existe entre lo que el Señor les dice que hagan y lo que ellos son capaces de hacer con los medios de que disponen; y porque aún no contaban con un factor nuevo, es decir, de la "de la presencia   y compañía de Jesús, que, como dice san Agustín, "da aquello mismo que manda". Y esto lo cambia todo: los apóstoles, efectivamente, darán de comer a la multitud, distribuirán los panes y los peces; pero ello es posible porque los ha multiplicado antes. De esta manera, el Señor les hace comprender que evangelizar no es una tarea humana cuyos resultados positivos o negativos están en dependencia de los mayores o menores recursos humanos de que se disponga, sino una misión divina de la que nosotros, con todas nuestras capacidades y recursos disponibles, sólo somos humildes instrumentos. Hemos de ser, pues, plenamente conscientes de que, contando con la presencia del Señor en medio de nosotros y con la fuerza de su Espíritu, podemos llegar mucho más lejos de lo que la lógica humana permite esperar; sólo así se entiende que unos pocos pescadores de Palestina hayan podido llevar el Evangelio a todos los rincones del mundo. 

Démosle a nuestros contemporáneos el alimento espiritual quo es Cristo; Él ha confiado esta misión a la Iglesia, a nosotros, y no nos es lícito desertar de ella. De la Eucaristía, que es Cristo entregado por nosotros y pan vivo bajado del cielo, ha de nacer el impulso evangelizador; y a la Eucaristía que es Cristo presente en medio de nosotros, ha de conducir como a su meta y culminación, toda la acción evangelizadora. "La Eucaristía es la fuente y la cima de toda evangelización".

Queridos hermanos:  Celebramos una vez más la fiesta del Corpus Christi con toda solemnidad; pero hagámoslo con plena conciencia de este misterio de amor y de lo que significa para el ser de la Iglesia y para nuestra condición de cristianos.


Por Juan José Garrido, rector del Real Colegio Seminario de Corpus Christi.

 
 
 

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